Discursos y empoderamientos de la religion mediatizada

24 septiembre, 2008 at 4:21 am Deja un comentario

A propósito del “Te Deum” evangélico peruano  (english version)

Por tercer año consecutivo y como parte de las actividades de la celebración del Día de la Independencia en el Perú, el Presidente Alan García y sus ministros, la primera dama de la nación, el jefe del Comando Político Militar, congresistas, alcaldes distritales y líderes allegados al régimen actual asistieron el pasado 30 de julio a lo que se ha dado en denominar el “Culto de Acción de Gracias por el Perú”, calificado por algunos medios como el “Te Deum” evangélico peruano. Este acto litúrgico ha sido convocado por el denominado “Ministerio de Acción de Gracias” integrado por líderes de diversas denominaciones evangélicas.

El hecho de que el Presidente asista a un acto religioso evangélico en el marco de una festividad políticamente importante podría interpretarse como un gesto que reconoce la pluralidad religiosa de nuestra sociedad actual. Sin embargo, de tras de este hecho hay muchísimos intereses y motivaciones en juego que vas mas allá de es posible gesto democrático y que necesitan ser analizados en términos de entender sus implicancias políticas, culturales y religiosas. En ese sentido, me gustaría hacer algunas lecturas sobre lo que este hecho implica para el fenómeno religioso contemporáneo.

En primer lugar, este acto confirma el hecho de que las prácticas religiosas contemporáneas, ritualizadas pública y colectivamente, experimentan un fuerte proceso de mediatización, es decir de apropiación de los elementos y dispositivos de la cultura mediática en el rito religioso. El acto litúrgico en referencia estuvo marcado por elementos no propios del culto evangélico tradicional, como el hecho de iniciar el programa con la reconocida pieza musical “El Aleluya” de George Frideric Hendel, cantado por un coro interdenominacional, los breves y muy diplomáticamente formales discursos de saludo y un escenario propio de la estética y la “teatralidad” mediática.Por otro lado, en los momentos emotivos del sermón, los asistentes remplazaron el tradicional “Amén evangélico” por sonoros aplausos. Fue interesante, asimismo, notar que esta liturgia fue transmitida en “vivo y en directo” y en cadena nacional por la televisión estatal peruana.

Sin embargo, esta suerte de espectacularización mediática del rito religioso, no debemos observarla sólo como una reproducción mecánica de la cultura mass-mediática, sino como una estrategia simbólica de reconocimiento de aquel que se sabe observado, que vive la experiencia pública del mirarse y mostrarse ante los demás, y que corresponde a una de las características de la religiosidad contemporánea: la dramatización o teatralización de la experiencia religiosa colectiva.

En segundo lugar, este hecho religioso da cuenta del modo como sectores religiosos evangélicos emergentes en el espacio mediático, que no se mueven necesariamente en el territorio de la oficialidad institucional religiosa, están cada vez más adquiriendo un determinado poder en la esfera pública y construyendo relaciones más fluidas con el poder político. Hay aquí una utilización política y religiosa mutua de ambos sectores. Por un lado, la asistencia del Presidente y sus seguidores a un acto litúrgico no católico afirma la imagen de una supuesta apertura democrática hacia otros sectores de la vasta pluralidad religiosa existente hoy en la sociedad peruana. Por el lado de los sectores evangélicos organizados y convocados alrededor del acto litúrgico, representa una ganancia simbólicamente importante en tanto que este hecho los legitima públicamente, otorgándoles notoriedad mediática y cierta influencia en las esferas del poder político, sin la necesidad de contar con la mediación religiosa oficial.

Es interesante observar que este acto no ha contado con la participación y presencia del histórico Concilio Nacional Evangélico del Perú (CONEP). La propia Unión Nacional de Iglesias Cristianas Evangélicas del Perú (UNICEP) –el movimiento más cercano al sector impulsor de este acto litúrgico– tampoco ha participado en la organización del mismo. La convocatoria ha provenido más bien de un sector de líderes evangélicos que no comprometen oficialmente a sus propias denominaciones. Esto es muy interesante, porque el empoderamiento religioso público de este sector refleja que la religión mediatizada contemporánea se construye más allá de las legitimidades institucionales. A diferencia del pasado, el liderazgos religiosos contemporáneos –especialmente aquellos que provienen desde los sectores conservadores – se legitiman no necesariamente por la cobertura religiosa oficial, sino por otros factores, como por ejemplo, la capacidad discursiva mediática, la aproximación y las relaciones construidas en el ámbito del poder político, la construcción de una imagen más secularizada, la inserción con facilidad en el mercado religioso más amplio, la elaboración de un discurso moral que incide en la ética privada y no asume la confrontación o la interpelación política en temas éticos controversiales.

Este rasgo que observamos en el sector religioso que promovió y organizó el “Te Deum” evangélico, confirma una tendencia a nivel global respecto al fenómeno religioso contemporáneo, en el sentido que los nuevos liderazgos, representaciones y relaciones se están construyendo más allá de las fronteras y espacios de lo institucional. Esto evidencia, además, que las instituciones religiosas tradicionales han empezado a perder su capacidad de regulación de las creencias y de las prácticas de los fieles. Y es que el líder religioso mediático encuentra su legitimidad no en la autoridad religiosa que lo representa, sino en las formas de apropiación de los espacios y redes de mediación en la esfera pública.

Es importante resaltar que la emergencia de estos nuevos empoderamientos religiosos mediatizados ha generado fuertes procesos de resistencias y negociaciones, con marcadas implicancias tanto a nivel ético como en el plano de las estructuras internas de poder al interior de las iglesias. Esta claro que los sectores eclesiásticos más históricos se resisten a negociar su rol profético en la esfera pública.

En tercer lugar, el acto litúrgico da cuenta que este sector ha construido un discurso religioso que incorpora cada vez más en su agenda el mundo de la realidad social que antes era obviadas, estigmatizadas o desconocidas por muchas iglesias que participan hoy de este movimiento. Sin embrago, es interesante observar una negociación simbólica tácita, a nivel del discurso, con los actores del poder político, en honor de quienes precisamente se organiza el acto litúrgico. Esto es posible notar, por ejemplo, en el hecho de que el discurso del sermón, si bien plantea la necesidad de un liderazgo que se afirme sobre las bases de la moral cristiana, no llega a señalar hechos concretos de la realidad presente que podrían interpelar a los líderes políticos respecto a su responsabilidad ética sobre situaciones que no se condicen con aquellos valores evangélicos que en teoría ellos predican.

La ausencia de una lectura crítica de la realidad actual que devele las desigualdades y exclusiones aún existentes en la sociedad y los niveles concretos de responsabilidad del gobernante y los lideres políticos de turno, genera que el liderazgo político convocado encuentre en este tipo de discurso evangélico una “bendición espiritual” a todas sus acciones políticas y no necesariamente un “llamado profético”, para usar un lenguaje evangélico, a asumir las implicancias éticas de la gestión política y las demandas morales de la administración del poder. Son los gestos diplomáticos mutuos que hacen precisamente que este tipo de convivencias religiosas y políticas trascurran sin las incomodidades del que con frecuencia los actores políticos huyen. De lo que se trata es de un respaldo mutuo de legitimidades, en donde las motivaciones e intereses (religiosas o políticas) no se discuten. Para este sector, las preocupaciones sociales tienen su motivación en el deber moral-religioso por el cambio de la sociedad más que en una apuesta por construir una cultura ciudadana inclusiva.

Estamos pues ante un fenómeno religioso que da cuenta de una verdadera mutación cultural de la fe, en donde la mediación mediática esta jugando un rol importante en tanto espacio de legitimación y empoderamiento público. Observamos aquí el caso de un sector de la comunidad evangélica peruana marcado por una creciente inserción y empoderamiento a nivel de los espacios de la esfera pública y política, cuyo rasgo central es su descentramiento del poder religioso institucionalizado, para construir su legitimidad en los diversos espacios de la esfera pública mediatizada.

Por otro lado, este fenómeno da cuenta que el campo religioso se ha convertido en un espacio con mucha movilidad cultural, con resistencias y negociaciones de poder, perspectivas –teológicas y políticas –diversas para incidir en lo publico, con nuevas formas de administración y gestión de las creencias, así como de búsquedas de legitimidad y reconocimiento, en donde los medios de comunicación juegan un rol fundamental. Cada quien compone, en este escenario, como sostiene Daniéle Hervieu-Léger, su oratoria religiosa en función de sus expectativas, de sus intereses, de sus aspiraciones y de sus recursos sociales y culturales. Aquí, las identidades religiosas se heredan cada vez menos, donde las creencias se diseminan y se crean nuevas prácticas, nuevos imaginarios religiosos y políticos.

 

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Los medios están reestructurando el mundo religioso contemporáneo, sostiene el profesor Stewart Hoover

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